Las lágrimas que salen del alma como auténticas sanadoras, cuando realmente necesitamos llorar, cuando nos acercamos y encontramos que necesitamos recordar, aunque el recuerdo nos lastime, pero el mismo recuerdo purifica el momento en el silencio del corazón. Es ese el momento que necesitamos para llorar, para encontrar ese niño dormido, ese niño interior herido.
A pesar de las circunstancias, y de los años que hayan pasado, volvemos a recordar y volvemos a llorar y gracias a las lagrimas, podremos perdonar las circunstancias.