Las experiencias traumáticas o incluso las simplemente negativas permanecen en la generalidad de las personas, sempiternas, vivas, inalterables e imborrables; a pesar de mostrar un ánimo encaminado a deshacernos de ellas, dificílmente se materializa éste en una realidad favorable.
Esas situaciones negativas igualmente van acompañadas de una intención de reproche, de crítica al hecho o persona que la motivo, ya seamos nosotros mismos.
He aqui que el perdón se articula como un instituto fundamental para labrar satisfactoriamente nuestro presente y porvenir.
A lo largo de mi infancia, atravesé por graves circunstancias que marcaron mi vida, aun laten en mi como sensaciones vivas, de las que dificilmente me pueda desprender.
Ante esas situaciones, traté de identificar culpables y esa necesidad me persiguió hasta bien entrada mi edad adulta; por mas que lo intentaba, ello no alcanzaba a reconfortar mi espíritu.
Hasta que decidí perdonar, no olvidar pero si transigir en favor de quienes, con o sin intencioinalidad, me habian herido; cesar ademas en la busqueda de culpables y entender que la felicidad no radica en mi relación con los demás sino en mi relación conmigo misma.
El perdón concluye en la sanación.
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